jueves, 24 de febrero de 2011

Postales Psicoanalíticas

Luego de tres meses sin encontrar trabajo, con un exceso de tiempo libre que me llevo a adoptar como pasatiempo construir miniaturas de edificios históricos con verduras al vapor, decidí animarme a más y formar mi propia PYME de postales psicoanalíticas para ocasiones especiales.
He aquí mi primer boceto: Postal del día de las madres de una hija a su madre.


Para sentirme menos peor

Hoy tuve que poner esta foto de fondo de pantalla en mi celular...


..sólo para no sentirme tan amorfa, blanda y sola cada vez que lo abro y los únicos mensajes que encuentro son de Movistar o de mi mamá.*



¿Acaso pensaron que en este blog todo iba a ser lírico, profundo e ingenioso?


*Quería profundizar un poco más en el tema del contenido de los mensajes.
Los del 444 me avisan que prácticamente ya no tengo crédito, ni siquiera me ofrecen emociones como alguna promoción o cianuro multimedia.
Los de mi mamá son avisos de llamadas perdidas que no atendí. Desde que me puso como número free odio existir.

domingo, 20 de febrero de 2011

Entre el falo y la pared


“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis.”

Sor Juana Inés de la Cruz

Cuántas veces las mujeres se han tenido que encontrar en la penosa situación de estar entre el falo y la pared. Y entonces tomar la injusta decisión de renunciar al hombre o acceder a un deseo que en nosotras no ha crecido aún lo suficiente.
Tanto para escapar de la situación como de la decisión una se ve en la obligación de hacer uso de la histeria.

domingo, 13 de febrero de 2011

Peripecias de una neurótica: C.D.D.


Cada vez que voy caminando por la calle y veo a una persona venir, de alguna forma u otra llego al punto en el que alguno de los dos debe cambiar de dirección para no chocarnos. Llámese dicha situación a partir de ahora: C.D.D. (Conflicto de Decisión Direccional).
Suele ser una situación genérica que a todos nos pasó alguna vez. A mi me pasa todo el tiempo, en todos los lugares, muchas veces, demasiadas.
Ayer fui un almacén que queda a cinco cuadras de mi casa y en el trayecto ida-vuelta tuve once C.D.D.
En un principio creía que no eran más que casualidades las severas cantidades de personas con las que me chocaba en la calle, hasta que empecé a entender que el problema era propio.
Básicamente hay dos cosas al respecto que me atormentan: Cómo llego a la situación de chocarme con una persona y qué hacer una vez que estamos frente a frente.
Cuando tengo a la persona con la cuál me chocaría a aproximadamente un metro de distancia ya me dan ganas de llorar y decirle: “No sé que hacer, no es mi culpa, yo sé que ahora tendría que decidir para que lado ir pero no puedo, no sé que hacer con la vida, las decisiones me generan muchos conflictos. Por favor señor extraño, decida por mi porque si no me va a estallar la psiquis ahora mismo y no lo quiero salpicar de neurosis.”
En vez de ponerme a relatar ese patológico monólogo trato de comportarme como una persona razonable y tomar la iniciativa de una decisión. Y es en ese momento donde me doy cuenta que el destino me odia, siempre termino tomando la misma dirección que esa otra persona también había decidido tomar. Ante un estímulo así la respuesta natural es correrse para la dirección contraria de la otra persona, pero cuando las dos personas nos corrimos desde un principio hacia el mismo lugar, correrse hacia la dirección contraria es en cierto modo correrse nuevamente hacia la misma dirección. Y el conflicto comienza a crecer. De pronto me convierto en el zig-zagueante espejo de un desconocido. La situación espejo me ha llegado a durar hasta seis cambios de dirección, lo cual es sumamente alarmante, desesperante -y gracioso para el que lo observa desde afuera-.
Una característica curiosa del C.D.D. es que en realidad uno nunca terminar de saber cómo logró salir del conflicto, es decir quién tomo la dirección definitiva. Esta persona es de algún modo el héroe de la situación.
En lo personal, me atrevo a decir que quedo tan angustiada que en vez de pensar quién fue el héroe me dan ganas de ponerme en posición fetal en medio de la calle.
Para un neurótico afrontar un C.D.D. es pasar por una circunstancia de cantidades industriales de desgaste psíquico que no finaliza hasta llegar a su hogar y no tener posibilidades de cruzarse con otras personas.
Uno de los factores más agravantes es vivir en una avenida. Hace unos años me mudé a una calle sumamente céntrica, comercios, paradas de colectivos, en definitiva gente por todos lados. Por lo tanto salir es un problema asegurado, soy consciente de que voy a tener varios C.D.D. y es así como empiezo a angustiarme incluso antes de pisar la calle.
Hay una variante de C.D.D. paranoico que ocurre cuando tenemos varios C.D.D. delante de las mismas personas. El otro día tuve dos C.D.D. en la misma vereda donde había gente esperando un colectivo. Un choque con una persona lo puede tener cualquiera, pero dos choques ya comienzan a ser problema de una sola persona. Claramente si "A" se choca con "B", y luego el mismo "A" se choca con otro "C", el resto del abecedario (en este caso gente esperando el colectivo) automáticamente deduce que el problema es de "A". Entonces "A" entra en un cuadro paranoico y comienza a pensar: "Esta gente desconocida sabe que tengo un problema, lo saben. Cuando suban al colectivo van murmurar entre ellos sobre la enferma que no podía decidir para que lado ir y van a aparecer en mis sueños todos apuntándome con sus dedos índices y riéndose de forma abstracta". Lo más trágico es que por pensar todo eso "A" se distrae y se choca con tres personas más mientras la gente de la parada realiza un riguroso debate para calificar las actitud de "A" como desorden psíquico o pelotudez.
Sin embargo lo que no puedo entender es por qué de alguna constante forma siempre me encuentro caminando en la misma línea de la persona que tengo en frente. A veces me abstraigo y trato de verme desde afuera mientras camino y recientemente descubrí que tengo una desarrollada tendencia a caminar en el medio de todo. Pero tan en el medio que parece que hubiera agarrado un metro y dejado iguales distancias de cada lado de la vereda (NO, TODAVÍA NO LLEGÚE A ESE GRADO DE NEUROSIS OBSESIVA). El hecho es que de ese modo es posible cruzarme con varias personas que vengan medianamente encaminadas por el medio de la vereda, y es entonces tanta la posibilidad de correrme hacia la derecha como de correrme hacia la izquierda. La idea de iguales posibilidades me desmorona, porque si al menos fuera caminando un centímetro hacia la izquierda tendría un centímetro de problema solucionado. Pero no, siempre camino exactamente en el medio, no hay dirección por la cual empezar a decidir a dónde correrme. A veces pienso que la solución sería caminar pegada a las paredes o haciendo equilibrio en el cordón de la calle.
En fin, básicamente este es uno de los tantos problemas que forman parte de mi cotidianeidad. Quizás debería comenzar a pensar que las personas con las que me choco ni se percatan del conflicto, que la gente de la parada del colectivo no va a tener posibilidades oníricas de aparecerse en mis sueños, que el Conflicto de Decisión Direccional podría ser una peculiar forma de llegar a mi lecho de muerte teniendo la consciencia tranquila de que viví una vida con muchas emociones.