domingo, 29 de enero de 2012

Sobre las escenas desaparecidas -y sus justificaciones freudianas-.


Dialogando acerca de las famosas escenas trágicas Disney, un foro muy animado para la noche de un domingo, mi padre sugirió que la muerte de la madre de Bambi es sin duda la más dramática. Por otro lado yo insistía en que la escena donde Dumbo* va a visitar a su madre, encerrada en esa nefasta jaula de circo, es aun peor. No obstante, para continuar el debate con propiedad, intenté evocar la famosa escena de Bambi y no hubo forma de traer ese contenido a la consciencia. Recuerdo haber visto la película en varias ocasiones, incluso me acuerdo detalles específicos de los personajes secundarios. Pero de la muerte de la madre de Bambi nada…

Inquieta por la situación comencé a especular sobre la posibilidad de haber reprimido el hecho debido al carácter traumático del contenido. Asimismo, tratando de rememorar la última vez que vi Bambi, advertí que fue durante la etapa de latencia y que por lo tanto me encontraba en un periodo de intensificación de la represión.

Y llegó la epifanía de la semana:
¿Será la escena de la muerte de la madre de Bambi la primera representación intolerable que hizo a mi represión originaria? ¿Puede acaso ser la madre de Bambi la que marcó una escisión en mi vida anímica? ¿Es entonces su muerte el eje originario que atrae todas las representaciones que hasta el día de hoy mi psiquis desea reprimir?

Por lo tanto, damas y caballeros, si mi hipótesis es cierta podría llegar a remediar los malestares psíquicos de toda mi vida aceptando y reconociendo la existencia de la muerte de la madre de Bambi. Indudablemente se trata de uno de los hallazgos de mayor importancia anímica descubiertos en la historia del psicoanálisis amateur.

Ahora mis padres se fueron a dormir. Estoy sola con la escena de Bambi cargada en you tube. Sola y a punto de enfrentarme con la representación más traumática de mi infancia. No sé qué hacer. ¿Y si al verla me libero de mi neurosis? ¿Acaso realmente deseo librarme de mi neurosis? Sigo sin saber qué hacer. Entretanto dilato la decisión escribiendo esta nota, pero ya se termina.  Y todavía sigo sin saber qué hacer. Pero antes de retirarme quiero advertirles: Si nunca más vuelvo a actualizar este blog es porque finalmente vi la escena y efectivamente me curé de mi neurosis.






*En medio del debate me he referido a la película Dumbo como “Bumbo” -una suerte de espeluznante fusión entre Bambi y Dumbo-. Según los investigadores Bumbo podría llegar a generar más angustias que ver La lista de Schindler y Gorilas en la niebla un domingo de invierno a las siete de la tarde. 

jueves, 19 de enero de 2012

Sobre las persignaciones colectivas: La fe en el transporte público


Hace tiempo que observo a las personas que viajan en colectivo y se persignan al pasar por una iglesia. Naturalmente, para lograr la parafernalia de la persignación, se debe hacer uso de la mano derecha y esbozar, con la punta de dos o tres dedos, una suerte de cruz imaginaria sobre nuestro cuerpo.  Parece sencillo, pero tal accionar puede llegar a ser de arduas complejidades si uno se encuentra viajando parado. Luego de un criterioso análisis llegué a formular la siguiente hipótesis: 

La fidelidad de un creyente es proporcional a la calidad de su persignación independientemente de la comodidad adquirida en el transporte público. 

Me propongo entonces a establecer una tipología del creyente en el transporte público:

-El creyente de fe dudosa: Siempre va sentado y se persigna perfectamente. No obstante ignoramos si tal perfección también puede manifestarse yendo parado o en posiciones que lograran poner en juego su estabilidad física. En cierto modo se declara que la veracidad de su fe es de carácter irresoluto.

-El creyente que lo intentó (y no lo logró): Va parado con una o ambas manos sujetas en alguna parte del colectivo. En este caso los resultados son diversos. Los que utilizan una sola mano para sostenerse a veces poseen la suerte de tener la derecha liberada y poder usar sin problemas la mano indicada para el acto de fe. No obstante sucede que las personas, víctimas del desequilibrio, hacen que el movimiento de la cruz linde más con lo abstracto que con lo divino. Podemos deducir que estos individuos, si bien no han logrado el correcto ceremonial de la persignación, lo han intentado pudiendo así salvar sus almas de satanás. Sin embargo, hay una pequeña excepción para aquellos que sosteniéndose con ambas manos tienen iguales posibilidades físicas de liberar cualquiera de las dos. Si aun así deciden persignarse con la izquierda estamos en presencia de una blasfemia.

-El creyente que sigue a las masas: Generalmente viaja en hora pico  y está voluptuosamente rodeado de personas. Aquí el creyente no tiene posibilidad de ver la iglesia por la ventanilla y su fe está sujeta a la de los demás. Por lo tanto debe esperar a que otras personas que sí pueden ver por la ventana realicen el acto de persignación para entonces hacerlo él mismo. Pero suele ser un inconveniente cuando el creyente que sigue a las masas también sufre una ligera paranoia. Por lo tanto, al ver a otros persignándose, piensa que todo es una conspiración y que en realidad lo hacen para que él se persigne en el momento equivocado y termine sus días ardiendo en el averno.

-El hereje: Aquí tenemos al que aun yendo sentado, y sin ninguna clase de contrariedad que le dificulte el acto de fe, lo hace incorrectamente. Se equivoca de mano, en vez de una cruz dibuja unicornios, o se persigna al pasar por hipermercados. No hay estorbo físico que justifique el desacierto y esta persona se irá al infierno.

-El creyente absoluto: Aun cuando el colectivo transporta una vorágine abismal de personas,  sufriendo en las más incómodas y fastidiosas posiciones y rodeado de una infinita cantidad de irritantes masas corporales, el creyente absoluto logra persignarse con excelencia. Estamos en presencia de un acto de fe indiscutible que pone en juego el equilibrio físico del devoto.

Al respecto quiero contar una anécdota sobre el día que estaba leyendo a Nietzsche mientras viajaba en un 37. Recuerdo que al pasar por una iglesia vi persignarse a un grupo perteneciente a la tipología “creyentes absolutos” y culminar su acto de fe en una caída colectiva (con todas las posibilidades semánticas que ello implica). Automáticamente bajé la mirada al libro y casualmente leí el reconocido fragmento de "El Hombre Loco" (La Gaya Ciencia, aforismo 125):

“Dios ha muerto”
Entonces tuve una epifanía: Todas esas personas quisieron demostrar su fe y en consecuencia terminaron desmoronándose en el piso de un colectivo. No hubo fe que poner a prueba ni entidad divina que las proteja. Y todo eso sucedió porque dios ha muerto.



Epílogo
Finalizando el estudio de la fe en el transporte público (que dadas las ateas conclusiones arrojadas resultó ser de carácter vano) me dispongo a compartir algunos datos curiosos sobre las experiencias del joven Nietzsche trasladándose en colectivos. Según cuentan, de muchachito no era muy hábil para viajar parado y en varias ocasiones sufrió caídas poco elegantes. Hubo un día en el que se desplomó en un 160 y unas señoritas cruelmente se burlaron de él. Entonces llegó enfurecido a su casa y comenzó a escribir un manuscrito. Ese manuscrito resultó ser un boceto del aforismo 125, donde la idea original era:

“Dios ha muerto. Por eso te has caído en el transporte público”.






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martes, 3 de enero de 2012

Nacer en el Renacimiento para que mi fofez pase desapercibida.

Hace unos meses, luego de una comilona digna del film de Ferreri "La Grande Bouffe", nos quejábamos entre amigos acerca de lo injusto de una sociedad donde la fofez corporal deba ser ocultada debido a que convencionalmente ha sido estipulada como algo antiestético. –Aunque debo aclarar que conociéndonos tal protesta no surgió del descontento que implica la preocupación por una problemática social, más bien fue un lamentable descontento por sentirnos culpables de todo lo que comimos ese día. -

Pasaron las semanas y seguí pensando en el asunto, comencé a recordar algunas pinturas renacentistas donde las modelos eran michelines luminosos en tonos dorados. Mas luego tuve una epifanía, en el Renacimiento no era necesario ocultar la fofez debido a la siguiente premisa: La fofez como paradigma de la belleza.

Es así como por aquel entonces las top models renacentistas andaban dichosas y despreocupadas compartiendo sus esplendorosos colgajos de piel fofa con el mundo. Eran la representación de la estética en todo su esplendor y el arte fofo pasó a la historia causando sensación. No es casual, naturalmente la plebe no solía ser rolliza y corpulenta, por lo tanto la rozagante fofez del Renacimiento era símbolo de una buena vida.

Volviendo al lugar de la fofez en el siglo XXI, ya no creo que sea posible reposicionar la moda del libre albedrío del colgajo, tan sólo me conformaría con un mundo donde la fofez deje de ser condenable y pase desapercibida. 
Y así, señores, he creado la página de Facebook “Nacer en el Renacimiento para que mi fofez pase desapercibida”.




La cantidad de adeptos fue vertiginosa. Miles y miles de personas se unieron a la causa, o más bien a este deseo de ínaturaleza retrospectiva.
Como suele suceder con varias páginas de Facebook la gracia radica en su nombre y no hay mucho más que desarrollar al respecto. Sin embargo he decidido compartir algunas de las actualizaciones que esporádicamente realizo para los ya 14.310 fofos que formamos (valga la redundancia de "fo") parte de esta aspiración histórica. Y desde ya están invitados a unirse.