viernes, 15 de junio de 2012

El amor en los tiempos del 168

Existe un colectivo que a lo largo de su recorrido me deja en los aposentos de cada uno de los hombres de mi vida. Ya lo creía un grandioso acontecimiento, pero aún hay más...

Respetando el trayecto del 168, y el carácter cronológico de mis enamoramientos, nos queda el siguiente orden de barrios: Congreso, Palermo, Núñez.

 Si tomamos un mapa de la Capital Autónoma de Buenos Aires y trazamos una línea recta pasando por dichas zonas, podemos ver formada una diagonal que, en contraste a los asuntos amorosos, es prácticamente perfecta. (Ver mapa)

El descubrimiento me despertó las siguientes conclusiones:

-Considerando la distancia media de los amores de mi vida a través del recorrido del 168, mi próximo enamoramiento debería ser en Vicente López.

-Originalmente el recorrido del 168 comienza en La Boca. Si bien mis aventuras han tomado curso a partir del barrio de Congreso, pudiera existir la posibilidad de que en algún momento me surgiera un romance en Caminito. Es que a veces el destino debe ponerse al día por las auditorías simbólicas.

-Si mantuviéramos la diagonal, independientemente del trayecto del 168, mis sueños de amor eterno terminarían ahogados en el Río de la Plata. 

-Por suerte el 168 se desvía de la diagonal terminando su recorrido en San Isidro. Ergo, allí conoceré a mi último amor.

-La naturaleza ultimadora de un amor puede deberse a dos posibles desenlaces: un amor glorioso que al ser correspondido no necesita de sucesores o un amor glorioso que al no ser correspondido se lleva la esperanza en los sucesores.

-En el hipotético caso de estar felizmente casada con un sujeto de San Isidro, qué sucedería si al colectivo le extendiesen el recorrido. Respetando la lógica cronogeosimbólica, debería dejar al señor de San Isidro al son de un “oh amado mío, debo seguir al destino” mientras me subo a un 168.

-Para finalizar, la notable orientación geográfica hacia el norte es, casualmente,  la perfecta alegoría del amor como el más elevado de los sentimientos. Pero lo elevado no siempre es sinónimo de lo celestial. Elevarse también es emerger, acrecentar, exaltar y extasiarse, excederse, desbordarse…
Todo éso que, en definitiva, es el amor.