miércoles, 15 de agosto de 2012

El IQ de mi almohada

Desde que empecé a trabajar como publicitaria en una empresa de ropa de cama no deja de sorprenderme la variedad de productos que existen en el rubro, en especial los más costosos. Gastar $2500 en un edredón que la mayoría del tiempo disfrutaremos estando inconscientes es realmente algo notable.
La semana pasada me tocó trabajar con almohadas, por lo que me puse investigar los distintos tipos que hay en el mercado: cervicales, de fibra, de pluma, compactadas y varias más. Pero hubo una en particular que llamó mi atención: la almohada inteligente. Ya suponía que la fútil necesidad posmoderna de volverlo todo inteligente tenía algún día que llegar a los artículos de blanco y mantelería. Pero mi duda era qué podía tener de inteligente algo tan inactivo como una almohada. Comencé a pensar en las características de los tipos de almohadas que conozco y logré imaginar el siguiente adminículo:

Almohada Inteligente
  • 100 % algodón -  170 de IQ
  • Alta capacidad de compresión y comprensión.  
  • Función psicoanalítica que permite absorber material onírico a fin de procesarlo y convertirlo en un síntoma. Admite hasta tres diagnósticos por mañana.
  • Puede mantener charlas sobre física atómica, el marxismo en los años 30  y temas de interés general (incluye las opciones “cómo llueve” y “qué barbaridad este país, así no se puede vivir”).
  • Te hace la cama.
Luego de imaginarme este muy moderno producto tuve un ataque de pánico en respuesta a la pregunta qué sucedería si estas almohadas llegaran a rebelarse. Yo personalmente no podría pegar ni un ojo. Tener un aparato que puede conspirar en mi contra todas las noches debajo de mi cabeza no me resulta ni un poco agradable, de hecho creo que jamás existió mejor ejemplo para la expresión “dormir con el enemigo”. Ya puedo verme descansando plácidamente hasta que los extremos de la diabólica almohada se unen a fin presionar contra mi cabeza en un inconfundible acto de asfixia. Y ni mencionar la posibilidad de que cada noche me susurre la letra del Himno a la alegría al revés, sometiéndome a un sonambulismo que me induzca a arrancar el medidor de gas y clavármelo en la yugular. El asunto es serio. De continuar así la tercera guerra mundial no será ni química, ni bacteriológica, ni nuclear: será una auténtica guerra de almohadas...

Cuando estaba a punto de llamar a la INTERPOL y a mi jefe para de advertirles sobre los peligros de promocionar esta bomba del tiempo, leo con atención el detalle de la descripción en el cual se informaba que este tipo de almohadas posee una espuma especial que al retirar el peso de la cabeza permite que recuperen su forma original, volviéndolas de este modo inteligentes.
Y así, víctima de mi propia profesión, caí en el hilarante calificativo de algún colega publicitario.

Esa noche, antes de irme a acostar, pensé en dos textos para las próximas almohadas que me toca publicitar:

-Almohada musical, entona canciones de Aretha Franklin y Luis Aguilé. El set de almohadas incluye repertorio de Los Plateros.

-Almohada envasada al vacío, más que almohada, una metáfora sobre la angustia existencial

De todas formas, por si acaso, antes publicarlos voy a consultarlo con mi almohada.

viernes, 3 de agosto de 2012

Por qué estamos en Agosto

El mes Agosto adquirió ese nombre debido al emperador romano César Octavio, conocido como Octavio Augusto, quien no quería ser menos que Julio César, su predecesor y padre adoptivo. Augustus, no formaba parte de su nombre de nacimiento, sino que fue un título que le confirió el Senado.

Antiguamente el calendario romano comenzaba el año en marzo, y el sexto mes se llamaba Sextilis, pero Octavio Augusto decidió darle su nombre, por lo que Sextilis pasó a llamarse Augustus. De este modo logró imitar a Julio César, quien había hecho lo mismo veintiún años antes con el quinto mes, hasta entonces llamado Quinctilis.
Sin embargo a Octavio no le alcanzó con dar su nombre a Sextilis, debido a que el mes de Julio César tenía treinta un días y Augustus sólo treinta. Para no dejar una diferencia de un día entre ambos emperadores, se tomó la decisión de quitarle un día a Febrero (que se quedaría con los 28 días oficiales con los que cuenta ahora) y añadírselo a Agosto.

Partiendo a un destino puramente semántico, el término Augustus, del cual deriva la palabra Agosto, procede de la raíz latina aug, que significa “hacer crecer, incrementar”. De esa raíz nació la palabraaugur, nombre que se le daba a quienes interpretaban la voluntad de los dioses estudiando el vuelo de las aves. Ciertamente no es casualidad que augur nos recuerde a la palabra augurio, dado que tales interpretaciones tenían como finalidad un presagio que actuaba como un mal o buen augurio. Los augures debían asegurarse de que la voluntad de los dioses no estuviese en contra antes de realizar actos públicos importantes. De este modo favorecían, fomentaban y robustecían el funcionamiento de la república. Y si esto les recuerda al significado de la raíz aug, “hacer crecer, incrementar”, tampoco es casualidad.

Retomando al emperador César Octavio, ahora podemos entender el porqué de su título, Augustus, otorgado como “el ratificado por augurios, sagrado”. También conocemos el porqué del nombre del mes Agosto y el porqué de su cantidad de días... 

Y aunque de cada día las cosas que nos suceden el porqué desconocemos, somos libres de considerarlas a merced de nuestro antojo. Inmersa en los significados de aug, augur y augustus, no dejo de pensar que la vida también funciona un poco así: las circunstancias son aves, y nosotros, augures, interpretamos su vuelo.

No estimo que tengamos el don de adivinar la voluntad de los dioses o de salvar actos públicos, pero sí de elegir creer en la causalidad o las casualidades.