miércoles, 9 de noviembre de 2011

El mejor amor

Una vez me enamoré de un artista. Luego conocí al hombre y también me enamoré de él.

El destino parece injusto y sin embargo es prudente: debía elegir. Sacrificar al artista y quedarme con el hombre o negar al hombre para seguir amando al artista.  
Pero los límites escapan a la naturaleza del amor y fui demasiado ambiciosa. Decidí amar a los dos. Y es que algunos placeres inevitablemente son mundanos, y aunque primero haya sido embelesada por el artista no pude conformarme amando únicamente lo abstracto. Necesité amar también al hombre, y por conseguir su amor aposté lo más valioso: su arte.

Aún no puedo distinguir si está el hombre y detrás el artista o el artista y detrás el hombre.  Nunca sabré si lo amo por ser la encarnación de su arte o el creador. Sólo sé que ambos son uno, y por ése siento el mejor amor.

La realidad se convierte en poesía y la poesía se hace realidad.  Y me deslumbra saber y sentir, que sus manos acarician las teclas de un piano y mi piel, que sus palabras invaden las hojas de un libro y mi mente, que su esencia de artista se apodera de mi alma y no es sólo una evocación, porque el hombre que habita en este mundo tiene un rostro y un nombre.  

Amo al hombre y al artista. Y aunque el hombre es efímero será su arte inmortal…  y mi condena: Ser prisionera de esa inmortalidad y amarlo eternamente.





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