Una vez me enamoré de un artista. Luego conocí al hombre y también me enamoré de él.
El destino parece injusto y sin embargo es prudente: debía elegir. Sacrificar al artista y quedarme con el hombre o negar al hombre para seguir amando al artista.
Pero los límites escapan a la naturaleza del amor y fui demasiado ambiciosa. Decidí amar a los dos. Y es que algunos placeres inevitablemente son mundanos, y aunque primero haya sido embelesada por el artista no pude conformarme amando únicamente lo abstracto. Necesité amar también al hombre, y por conseguir su amor aposté lo más valioso: su arte.
Aún no puedo distinguir si está el hombre y detrás el artista o el artista y detrás el hombre. Nunca sabré si lo amo por ser la encarnación de su arte o el creador. Sólo sé que ambos son uno, y por ése siento el mejor amor.
La realidad se convierte en poesía y la poesía se hace realidad. Y me deslumbra saber y sentir, que sus manos acarician las teclas de un piano y mi piel, que sus palabras invaden las hojas de un libro y mi mente, que su esencia de artista se apodera de mi alma y no es sólo una evocación, porque el hombre que habita en este mundo tiene un rostro y un nombre.
no tengo palabras... es hermoso lo que sientes
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