lunes, 2 de abril de 2012

Ella Lagartija

En el techo de la cocina de mi abuela vive una lagartija. No sabemos exactamente en qué parte queda su dormitorio, su patio o su propia cocina. Lo importante es que todo el techo es su casa y que para llegar a cada habitación debe pasar por arriba nuestro. A veces prefiere recorrer el perímetro usando el bajorrelieve como puente, otras cruza alevosamente el techo, sin importar los acontecimientos a los que el abajo está dando lugar. Eventualmente se asoma desde alguna de las paletas del ventilador y nos observa. Al parecer le gusta mirarnos jugar juegos de mesa y otras redundancias. Nosotros también la observamos, especialmente cuando caza. Se acerca imperceptible al insecto elegido, y no se sabe cómo en su quietud logra moverse lo suficiente para tomar, con su larga lengua, el banquete en cuestión.

Es de noche. Aprovecho el desvelo y me pongo a escribir. Ella me mira desde una esquina, al parecer tampoco tiene sueño. (Me pregunto si también escribirá durante sus desvelos.) De vez en cuando se desplaza unos pocos centímetros, como si quisiera confirmarme una y otra vez que está bien despierta. Yo trato de ignorarla, no quiero darle el gusto de que sepa que estoy pendiente de cada uno de sus movimientos. Por suerte sospecho que no comprende mi lenguaje. Qué jactancia le acarrearía si se enterase que estoy escribiendo acerca de ella. Qué jactancia me acarrearía si me enterase que está escribiendo acerca de mí.


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