miércoles, 9 de mayo de 2012

Abrazar a un extraño


Inclinarse delicadamente y dejar que me tome por la espalda y me sujete los brazos. Acercarse, tanto como es posible, y esperar. A partir de este momento mi brújula es su voluntad.

Concentrar toda mi atención en su pierna buscando instrucciones. Preguntarse si será de los impetuosos que inducen con violencia. Y no es que me guste someterme, pero siempre me supe lucir mejor sufriendo. 

Seguir atenta a su rodilla. Entretanto sus brazos engañan con sutiles oscilaciones. El extraño manda y mi deber es intuir. Obedecer a la incertidumbre sin perder la elegancia

Levantar la vista. De un lado alumbra una orquesta, del otro, también abrazándose, el resto de los extraños.  

Permanecer atenta, esperando, desesperando. Una señal, para danzar a merced de un desconocido y en contra del tiempo.

Y aunque muy cerca unas manos respiran teclas y unos arcos amenazan cuerdas, la pierna de mi extraño continúa  intacta.

Qué estoy haciendo. Yo jamás me hubiera puesto en la situación de abrazar a extraños de no ser por él. Y a él ni siquiera lo puedo abrazar. Pero lo siento dominándome en de cada extraño con el que bailo, en cada extraño con el que…

Las manos se funden con las teclas, los arcos caen sobre las cuerdas. Y con una vehemencia impecable el extraño extiende su pierna y empuja la mía, sacándome de toda evocación a la pista.


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