Existe un colectivo que a
lo largo de su recorrido me deja en los aposentos de cada uno de los
hombres de mi vida. Ya lo creía un grandioso acontecimiento, pero aún hay más...
Respetando el trayecto del 168, y el carácter cronológico de mis enamoramientos, nos queda el siguiente orden de barrios: Congreso, Palermo, Núñez.
Si
tomamos un mapa de la Capital Autónoma de Buenos Aires y trazamos una
línea recta pasando por dichas zonas, podemos ver formada una diagonal
que, en contraste a los asuntos amorosos, es prácticamente perfecta. (Ver mapa)
El descubrimiento me despertó las siguientes conclusiones:
-Considerando
la distancia media de los amores de mi vida a través del recorrido del
168, mi próximo enamoramiento debería ser en Vicente López.
-Originalmente
el recorrido del 168 comienza en La Boca. Si bien mis aventuras han
tomado curso a partir del barrio de Congreso, pudiera existir la
posibilidad de que en algún momento me surgiera un romance en Caminito.
Es que a veces el destino debe ponerse al día por las auditorías
simbólicas.
-Si mantuviéramos la diagonal,
independientemente del trayecto del 168, mis sueños de amor eterno
terminarían ahogados en el Río de la Plata.
-Por suerte el 168 se desvía de la diagonal terminando su recorrido en San Isidro. Ergo, allí conoceré a mi último amor.
-La
naturaleza ultimadora de un amor puede deberse a dos posibles
desenlaces: un amor glorioso que al ser correspondido no necesita de
sucesores o un amor glorioso que al no ser correspondido se lleva la
esperanza en los sucesores.
-En el hipotético caso de
estar felizmente casada con un sujeto de San Isidro, qué sucedería si al
colectivo le extendiesen el recorrido. Respetando la lógica
cronogeosimbólica, debería dejar al señor de San Isidro al son de un “oh
amado mío, debo seguir al destino” mientras me subo a un 168.
-Para
finalizar, la notable orientación geográfica hacia el norte es,
casualmente, la perfecta alegoría del amor como el más elevado de los
sentimientos. Pero lo elevado no siempre es sinónimo de lo celestial.
Elevarse también es emerger, acrecentar, exaltar y extasiarse,
excederse, desbordarse…
Todo éso que, en definitiva, es el amor.
Aquí aguardaremos cuando toque el turno de emprender el recorrido amatorio en invertida dirección.
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